Cuando la Tierra pasaba por la mediana edad, las guerras entre reyes y señores feudales eran constantes. La pelea que desatará toda nuestra historia será la batalla entre los hunos y chinos.
Los hunos establecieron un campamento cerca de una aldea china, no muy lejos de la Gran Muralla, donde el ejército de esta los estaba esperando con anticipación. Entablaron batalla por seis días y seis noches. A la mañana del sexto día, los hunos decidieron que ya no podían compararse con los chinos y huyeron temporalmente. Llamaron a sus sabios (los cuales habían sido secuestrados de un barco Vikingo), los cuales invocaron la magia antigua del norte, con la que llegó un espíritu salvaje, el cual les sirvió para emparejar la batalla.
Los hechiceros advirtieron a los hunos que ni ellos ni nadie podían controlar el espíritu sagrado de Nask-A Dhul (lo que en la lengua antigua del norte significaba “Espíritu del Crepúsculo”). El ejército huno no quiso escuchar, y ordenó la muerte de todos los sabios que hubieran intentado detener al espíritu.
La guerra se reanudó ferozmente. El extraño espíritu salvaje, corría entre el ejército contrario y mataba a todo lo que se le cruzaba. Pero el espíritu destruía todo y a todos, de ambos bandos.
En medio de la guerra, solo quedaba un guerrero huno, al cual se le aparecieron los espíritus de los hechiceros. Purificaron el espíritu de Nask-A Dhul a costa de la vida del último guerrero. Este dijo antes de morir, que su linaje no acabaría ahí. El espíritu se levantaría en generaciones futuras y el sello de purificación se rompería, destruyendo a toda la humanidad. El desdichado hombre se desploma sin más decir.
Las personas que aún cuentan esta antigua historia, dicen que el espíritu tomó la forma de un cazador meta-humano; otros dicen que se convirtió en una bestia gigante que duerme en una cueva lejana y desconocida por el hombre. Se lo suele relacionar con leyendas como Pié-Grande o el abominable Hombre de las Nieves. Lo llaman Gork (“bestia”, en la lengua nórdica olvidada), a falta de un mejor apodo.
Todos los siglos renace en un país o región diferente. Actualmente, nadie sabe donde se encuentra. Pero la historia que sigue, relatará lo que quedó en el olvido. El corazón del enigma surgirá de nuevo y todo el deber quedará en manos del que menos se esperen…
Capítulo 1: Pehuen el tonto
Pehuen caminaba por un sendero rodeado de árboles. Hacía rato ya había dejado atrás el Lago Lolog. Era una hora cercana al mediodía. Se dirigía a casa de su tío, en plena cordillera. En el pueblo lo habían llamado tonto, inútil e inservible. No lograba hacer nada bien. Incluso su madre se cansó de su inutilidad y decidió enviarlo con alguien que no solo lo haría trabajar, sino que le enseñaría el oficio de la carpintería.
Pehuen consideraba a su pueblo anticuado. Comparado con las enormes y modernas ciudades que se encontraban muy lejos. El solo había podido contemplarlas una vez.
El era la clase chico que se distraía con cualquier cosa. Pero esta vez encontraría una buena distracción.
El calor del verano lo estaba matando, y su pequeña mochila parecía pesar más que el. Su único consuelo era poder sostenerse con su débil bastón de ramas.
A mitad del camino, Pehuen encuentra unas enormes pisadas y decide seguirlas.
En un momento, las pisadas se esfuman. Pehuen mira a su alrededor, pero no ve nada. Detrás de un recodo algo se mueve. El chico solo ve una enorme figura rascándose la cabeza. Esta se de vuelta y mira con unos enormes e inexpresivos ojos grises. Tiene una extraña piel verdosa.
Pehuen retrocede rápido, pero al fijar la vista, se da cuenta de que la bestia desapareció.
En eso se da cuenta de que llegó al pueblo de su tío. No tarda mucho en encontrarlo.
Pehuen comienza su primer día de trabajo con su tío, tratando de olvidar a la bestia misteriosa.
A la mañana siguiente, Pehuen ve pasar a un viejo, el cual se queda paralizado al verlo y se va corriendo precipitadamente. Una bella chica de la edad de Pehuen se le acerca y le dice que ese viejo estaba loco y su inestabilidad mental solía basarse en los nuevos habitantes que llegaban al pueblo. La chica se presenta como Ana. Pehuen queda perplejo cuando ella se marcha y continúa su trabajo distraídamente.
Capítulo 2: La profecía de la bestia
Pasa una semana. Pehuen está transportando heno, cuando ve pasar a Ana y se oculta solo para verla. Esta pasa sin darse cuenta de nada. El cautivado chico se levanta con dificultad, A causa de esto empuja una carretilla y tira una pila de troncos, que caen sobre una parte de el taller de la granja. Sin preámbulos, suelta el heno y sale corriendo. Corre mientras piensa en como se volverá a enojar su tío por otro error catastrófico.
Se mete en un granero cercano. Fingirá salir unos minutos más tarde para que parezca que no tuvo nada que ver con el desastre en la granja. El granero está a oscuras. Pehuen se da cuenta de que en su apuro, no había entrado en el granero; había entrado en la casa de al lado. Quiso salir precipitadamente, pero la puerta no se abre. Una voz aguda y quejumbrosa le pide que se acerque. El muchacho, asustado, se da vuelta y ve un fuego. Junto al fuego se encuentra el viejo loco del otro día. Pehuen hace amague de salir corriendo, pero el anciano le pide que se acerque y le dice que todo está bien. El viejo coloca las manos junto al fuego. Un pequeño pañuelo rojo y raído le cubre la mano derecha, como si disimulara una herida.
El anciano arroja unos polvos al fuego y comienza a recitar algo.
“A todo y a todos. La profecía está cerca. Nadie podrá detener al espíritu en su estado liberado. Solo en su temperamento neutral puede ser controlado. Solo en un lugar puede ser atado. Solo una persona puede domarlo. Pero esa persona siempre será la que menos se esperan.
‘No se molesten en buscarlo. Si el lo decide, lo verán. Si el se enfada, morirán. La gran bestia los mirará, pero no comprenderá sus fundamentos. Solo verá sus mentes.
‘El conjuro se teñirá del color de la sangre en la piel de un inocente.”
Pehuen se asustó cuando el viejo le dirigió una mirada perdida y glacial.
“Tú muchazo. Ayuda a esta Tierra. Toma tu bastón y doma a esa bestia.
‘Ya lo sabes. Recuerda mis palabras. Recuérdalas, y si vuelves a ver a Gork, arriésgate, o corre como un cobarde.”
Pehuen sale corriendo de la casa sin escuchar nada más. Cuando se alegra de estar fuera, se da cuenta de que no se salvará de la mirada asesina de su tío, y menos de su castigo…
Medianoche. Altamar. Tormenta. Desesperación. Una tripulación del norte intenta vanamente sostener las débiles velas de su último navío. Un rayo parte el cielo en dos. La vela se parte. Mueren muchos marineros. Un hombre de la tripulación rescata uno de los botes salvavidas y mete a su esposa y a sus dos hijos en el. El bote se aleja. El barco se hunde.
Capítulo 3: En el bosque
Pehuen está encerrado en su cuarto, haciendo trabajos manuales. Su tío lo confinó una semana de castigo por el desastre del taller. El pobre chico está impaciente por salir. Piensa en escapes muy tontos e imposibles. Su tío entra en la habitación para decirle que se va a pescar por solo un par de horas. Cierra todo con llave y cerrojos grandes.
Pehuen se levanta rápidamente. Fuerza todas las cerraduras pero ninguna se abre. Después de un rato, encuentra un pequeño alambre, con el que abre una de las pequeñas ventanas de la cocina.
Decide ir a explorar el bosque hacia el lado contrario del Lago Lolog, porque sabe que ahí estará su tío. Corre y corre entre los árboles. Luego de un rato, se sienta a descansar, cuando siente un retumbar de enormes pies. Un montón de ciervos pasan corriendo. Pehuen había confundido las pisadas. Pero de repente, una flecha corta el aire y para justo en frente de Pehuen. Otra vez las pisadas. El muchacho no la había confundido
Se da vuelta precipitadamente y ve lo que esperaba no encontrarse de nuevo. La enorme bestia que el había creído ver días atrás pasa y recoge la flecha. Parece que no ve al chico. Este intenta moverse pero el monstruo gira la cabeza. Pehuen se paraliza. El extraño ser pone la flecha en el arco y dispara contra los ciervos. Falla. Parece solo un cazador.
Pehuen, por muy tonto que sea, es observador. La criatura es zurda y lleva una cicatriz en la cara.
Sin más pensarlo, el chico sale corriendo. La bestia parece notarlo, ya que también hace amague de correr, pero es más lenta. Pehuen corre desesperadamente. Zigzaguea entre árboles, salta arbustos, gira en varias direcciones. Cuando está seguro de que perdió a la bestia aminora el paso y mira hacia atrás, pero choca contra algo macizo. Lo último que ve, son unas grandes manos y unos ojos grises y gélidos. Luego todo es oscuridad.
Capítulo 4: El Valle de la No-Realidad
Pehuen recupera la conciencia. Siente que está acostado sobre algo blando. Abre los ojos. Árboles. Muchos árboles a su alrededor. Solo ve vegetación. Pero algo anda mal. Todo está muerto. Seco. Una capa de nieve cubre todo ¿Cómo era posible en verano? El mismo muchacho está tirado sobre la nieve, pero no siente frío. Nada tiene sentido.
Pehuen levanta la vista esperando ver un templado cielo nublado. Es de noche. Pero eran aproximadamente las nueve de la mañana cuando entró al bosque.
No hay estrellas en el cielo, solo unas extrañas luces que partían desde puntos diferentes y terminaban en un mismo centro, más allá del horizonte. Parecían auroras.
De repente, un ruido de pisadas. Pehuen se da vuelta. Nada.
Una extraña voz, entre tranquila, pero inhumana, le habla. “Ven”. La extraña criatura está frente a el. Detrás de esta se ve un sendero el cual bordea una especie de lago congelado y se pierde en la distancia.
“Sígueme” dice la bestia y se va caminando por el sendero. Parece cansado.
Después de una larga caminata, el bosque pasa a convertirse en un estrecho camino rodeado de montañas y el lago congelado desaparece de la vista.
Pehuen camina entre los helados riscos siguiendo al extraño ser.
El camino termina en un precipicio. El lago reaparece transformado en una cascada de hielo. Solo picos y esquirlas filosas le esperan al que caiga.
“No tengas miedo”. El extraño ser parecía caminar sobre el aire.
Pehuen contuvo el aliento y siguió caminando. Pero al segundo, el también caminaba por los aires.
Pareciera que el camino ya estaba marcado, ya que ascendió un poco y se introdujo en la base de una gran montaña.
Dentro había un fuego. En el fuego se reflejaban unas imágenes. Pehuen las contempló atentamente. Eran imágenes tan nítidas que podía comprenderse perfectamente que sucedía.
Un grupo de ancianos flotaba frente a un moribundo hombre. Este último tenía un extraño tatuaje en el cuerpo. El anciano del medio lo apuntó con el dedo y el hombre de desplomó.
Un haz de luz cegó a Pehuen, y otra vez todo quedó a oscuras.
Sencillamente Magnífico!!!
ResponderEliminarMe enorgullece tener un alumno con semejante talento y creatividad, tanto para escribir como para dibujar.
Mucha suerte.